Como cada año, enero es el mejor momento para pensar en la famosa “lista de los
buenos propósitos”
Las promesas que hacemos siempre son las mismas:
“A partir de mañana empiezo en serio: dieta estricta y gimnasio tres veces a la
semana”
“¡Este año leo al menos dos libros al mes!”
“A partir de enero quiero pasar más tiempo con mis hijos”
“Este año ahorro un poco de dinero para aquel proyecto”
“Este 2020 pronto a la cama por la noche y el despertador a las seis de la mañana
todos los días”
Admítelo, probablemente algunos de estos objetivos son también los tuyos y no me cuesta imaginarlo...
Si te encuentras en esta página es muy probable que seas una persona ambiciosa a la que le gusta mejorar, pensar en el futuro y alcanzar constantemente nuevos objetivos
Pero hay un problema.
A menudo, pasada la euforia del inicio del año, en la lista de objetivos que nosotros
mismos hemos redactado, empieza a fallar algo.
Y así, un poco por pereza…
…un poco porque tenemos otras expectativas…
…un poco porque sucede algo imprevisto...
--- nos olvidamos de la dieta, empezamos a saltarnos el gimnasio, seguimos trabajando
descuidando a la familia y a nuestro bienestar y aquellos ahorros que hemos empezado a recoger se van directos a los gastos más urgentes.
Resultado: llegamos a marzo y nos hemos olvidado del 95% de los objetivos que nos
habíamos marcado pocas semanas antes.
Inevitablemente, todas nuestras intenciones… continúan siendo simplemente buenas
intenciones.